Quiero volver a la fuente, necesito recuperar el gusto por lo que hago, antes cuando escribir era un placer natural, sin una intención diferente al gusto por hacerlo era ¡tan agradable!
Fluía de mi sin limitaciones para expresarse espontáneamente, un día pensé que podría convertirse en una opción de vida, como una forma de mostrarle al mundo mis valores.
Fue entonces cuando todo se vino abajo, perdí el gusto, la mística, pasó de ser una forma de expresarme a un medio para lograr un resultado.
Quiero volver a la fuente para expresarme sin preguntarme que pensará aquel que lea mis palabras, sin medir su efecto y sin compararme con nadie.
Volver a escribir con la emoción pura de decir lo que siento y pienso, sin limitaciones impuestas por el ego y por el deseo de aprobación.
Quiero escribir sin pensar en un resultado para dejar volar mi corazón desapegado de una meta.
Escribir por el simple placer de hacerlo sin condicionarme a la opinión de los demás.
Deseo vivir de igual manera, indiferente al resultado, libre de las presiones del mundo que me llevan a querer complacer mi vanidad o demostrar mi valor, renunciar a un camino que me lleve a que los demás me conozcan y me aleje de mi propio conocimiento.
No es fácil renunciar al resultado y dejar de preguntarme mientras escribo qué pensara aquel que lo lea algún día, si será bueno o malo, si será coherente o si gustará.
No es fácil desprenderse del deseo de sobresalir, de demostrar y ser más que los demás pero puede ser más sencillo si logro entender que siempre he sido alguien especial, que todos lo hemos sido siempre, sin excepción.
Estoy llena de valores y virtudes latentes en mi ser que debo reconocer, aceptar y expresar sintiéndome muy orgullosa del maravilloso ser que se esconde dentro de mí.
Quiero encender la luz en mi interior y penetrar en él para ver lo que hay allí porque ahí está mi verdad, mi realidad, mi potencial y mi divinidad.
Para que buscar allá afuera lo que ya tengo, para que encender la luz del mundo a costa de mi propia oscuridad.
No es fácil, no lo es, pero es posible y además es una maravillosa posibilidad: conseguir apartarme del deseo y desapegarme del resultado.
Soltarme y dejarme caer como una gota al océano de la vida, para fundirme en la totalidad de la existencia y así entender que no puedo ser yo sola, aislada del todo.
Pero al mismo tiempo entender que solo a través del desapego podré vivir feliz sabiendo que no necesito de nada ni de nadie para serlo.
He vivido en función de los resultados, las recompensas y los halagos y he creído fracasar muchas veces.
Pero… nunca me detuve a preguntar si fui agradecida con esas oportunidades que la vida puso ante mis ojos, para enseñarme una lección que tal vez aún no comprendo.
¿No es el fracaso una respuesta a nuestra caprichosa manera de vivir la vida y exigir de ella el cumplimiento de todos nuestros caprichos?
Deseamos cosas externas que nos alejan de nosotros mismos y nos venden al mundo, que ocultan a nuestros ojos el verdadero paraíso que reside tan cerca pero que no podemos ver.
Quiero soltarme totalmente y dejar que sea la vida quien decida lo que sea que me haga feliz, que me haga volver hacía mí para desde allí brindarme sin ningún interés.
No es fácil, siempre estoy pensando que pasará, que obtendré, como será lo que está más allá de este milagroso instante.
Ayer fui a jugar bingo con una amiga y ¡ganamos!
Hoy pude reflexionar acerca de la mentalidad del dinero con el premio del bingo, aunque no fue mucho era suficiente para satisfacer algún capricho pero ¿cuál?
Entonces dejé de disfrutar el tenerlo para comenzar a sentirme ansiosa porque no sería suficiente para todo lo que quiero y nunca lo será porque siempre voy a querer algo más .
Fue una valiosa lección, si imagino que no tengo ese dinero disponible para gastarlo la paz vuelve y dejo de sentirme frustrada por lo que puedo dejar de hacer con él-
Es una paradoja, no me alegra pensar en lo que puedo comprar sino que me frustro porque no será suficiente para todo lo que quiero
De inmediato la mente dispara una creencia: ese dinero no fue una bendición sino una maldición que me robó la paz.
Y va más allá todavía, tal vez sería mejor deshacerme de él, no tenerlo para no sufrir porque inevitablemente, como todo en la vida, viene y se va.
¡Carajo! no logro disfrutarlo sin pensar cuando lo tendré de nuevo y deduzco que sería mejor nunca haberlo tenido.
Es increíble el poder que le doy a mi mente para tergiversarlo todo y ponerlo al servicio de las creencias limitantes y la visión fatalista del mundo.
Volver a la fuente y tener la simpleza de mi gato que es capaz de extasiarse con una melodía y expresarlo con elocuencia.
Su inocente actitud logra contagiarme con un sentimiento de gozo tan simple y a la vez tan glorioso que por momentos envidio su “irracionalidad”
Una autentica expresión de simplicidad, de consciencia y de plenitud ante las cosas sencillas de la vida que pocos seres humanos somos capaces de experimentar y mucho menos de expresar.
El disfrute total de su existencia, el ronroneo gozoso cuando come, la energía vital que se desborda en sus juegos, el placer absoluto cuando duerme.
¡Claro! Él no tiene el lastre de una mente analítica que lo acose hasta en sus sueños con preguntas interminables que no tienen respuesta.
Preguntas que me llenan la mente y el corazón sin dejar un espacio para la luz, para nuevos conocimientos, para el amor y la compasión.
Quisiera la bendición de la simpleza, la paz del silencio verdadero, sin preguntas ni porqués, sin juzgar, criticar ni condenar, llena de aceptación y agradecimiento por el milagro perpetuo de la vida.
¡Como quisiera volver a la fuente!
Diana
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