A dos meses y medio del lamentable fallecimiento de Miguel Uribe Turbay, asesinado por un menor de edad con principios y valores influenciados y permeados por una cultura en la que todo, desde los problemas sociales y estructurales del país, hasta la inconformidad con un mandatario y su gestión, se resuelven con bala.
Hoy presenciamos impotentes la ejecución extrajudicial, en aguas del caribe y el Pacífico, de más de 50 ciudadanos del mundo, seres humanos de los que tal vez nunca sepamos ni su nombre, ni su nacionalidad, ni su oficio y mucho menos quién los llora, cuántas familias esperan su regreso ignorantes de su suerte o de su muerte (que para el caso es lo mismo); navegar en aguas del caribe o del pacifico se ha convertido en una ruleta, no rusa, gringa.
Las mismas personas que meses atrás se rasgaron las vestiduras, lanzaron acusaciones infundadas y exigieron al gobierno garantías para la vida de sus precandidatos, hoy aplauden, aprueban y celebran la pérdida de más de 50 vidas, a hoy, y además se atreven a juzgar a seres humanos asesinados sin preguntas, sin pruebas, sin requisas, sin un juicio, sin presunción de inocencia, personas sin nombre, sin dolientes, sin oraciones por sus vidas y sin tumbas.
Al mismo presidente que atacaron y acusaron implacablemente por no defender las vidas de los colombianos, hoy lo atacan, le dan la espalda y lo acusan por defenderlas ¡Qué ironía!
No siento rabia, es una profunda tristeza por un país en el que el valor de la vida está estratificado, en el que hay muertos que duelen y muertos que convienen, una cultura en la que algunos aspirantes a candidatos presidenciales disparan calumnias e infamias y ofrecen bala a diestra y siniestra, o mejor sería decir a siniestra, porque ellos son la diestra que se cree con derecho a eliminar al oponente y al que piensa o siente distinto.
¿Qué esperar de los que utilizan como bandera de campaña la eliminación del contrario a bala limpia o a punta de calumnias y mentiras?
Cuando se condena sin pruebas, cuando se ejecutan personas en medio del océano sin juicios ni preguntas, cuando no hay defensa posible ante los abusos y arbitrariedades contra personas y estados ¿Hay alguien que pueda sentirse a salvo?
Piénsenlo, si nosotros mismos nos encargamos de negar, anular e invalidar el derecho del país y de sus ciudadanos a un juicio, a unas pruebas, a la más elemental justicia, si a la hora de sancionar, condenar y asesinar no importan los nombres, la procedencia, el oficio, el motivo, el crimen o las pruebas ¿quién podrá defendernos?
El presidente de los Estados Unidos se ha ensañado, no sólo con el presidente Petro, sino con el país, desconoce la lucha de Colombia contra el narcotráfico, acusa al presidente de “incentivar fuertemente la producción masiva de drogas en toda Colombia” asegura que este se “convirtió en el mayor negocio de un país que no hace nada por detenerlo” y amenaza con “tomar medidas muy serias contra Petro y su país, o en lo que se ha convertido su país, que es una trampa mortal”; mientras tanto en “Columbia” los ilustres ciudadanos, los medios de comunicación y los patriotas columbianos aplauden eufóricos.
Creerán ellos, en su enorme soberbia, que si las amenazas de Trump se concretan, este señor, que ni siquiera sabe cómo se llama nuestro país, le va a encomendar a su ejército invasor que antes de bombardear identifiquen a sus defensores columbianos para que protejan sus vidas y sus familias.
No sean ingenuos, nuestro enemigo no está en el Palacio de Nariño, tampoco en la Casa Blanca, nuestro peor enemigo es la moral relativista, la justicia que exigimos para algunos y negamos para los demás, la traición a la patria, que juramos amar y defender, sólo para castigar al contrario y tener la razón.
Nuestra hermosa Colombia también ha sido condenada a una cadena perpetua de violencia, a una democracia en la que unos pocos tienen la verdad, la voz, el voto y los derechos, mientras los derechos, la vida, la honra y las ideas del resto no valen ni una bala, como bien lo dijo el ilustre Abelardo de la Espriella en respuesta a la “inocente e inteligente” pregunta de la ex señorita Antioquia. ¡Qué nivel!
Espero tranquila las balas, ya tengo puesto el chaleco… nos vemos pronto
Diana Rodriguez Angulo

