Somos la semilla de la realización escondida detrás de la corteza que envuelve lo realmente valioso y que existe implícito en nuestro ser.
Detrás de la simpleza de una semilla se esconde, no solo una esplendorosa o sencilla flor, sino una cantidad ilimitada de nuevas semillas que serían capaces de dar fruto y poblar el mundo con su presencia.
Tenemos miedo a germinar, a abandonar la cálida corteza que nos protege del esfuerzo necesario para brotar desde nuestras limitaciones, para emerger victoriosos a través de la tierra, en medio de las piedras y malezas que pretenden impedir que demos fruto.
Es cierto, al romper el cascaron somos mas frágiles, quedamos desprotegidos y una transformación algo dolorosa comienza a efectuarse en nosotros, pero si somos valientes y capaces de comprender el glorioso milagro de emerger de cara al sol, para crecer y nutrir nuestro ser con su luz radiante, en poco tiempo nos convertiremos, no solo en una planta, sino en flores y frutos que a su vez producen más y más semillas para sembrar todo lo que existe a nuestro alrededor con la fragante belleza del amor.
¿Hace cuanto no contemplas el milagro de un nuevo amanecer?
Vivimos en el mundo sin participar de él, enterrados en el pozo de nuestras miserias con los ojos cerrados al regalo de la existencia, podemos participar del gozo de la vida si nos damos permiso de compartir con el universo la fiesta de la creación, si podemos entender la portentosa maravilla que trae la noche para permitirnos el descanso y anuncia un nuevo día con el himno sagrado de las aves, una gozosa expresión de plenitud que se manifiesta cada nuevo amanecer sin que nos percatemos de su contundente mensaje de renacimiento.
Participar de la existencia es unirnos a ella con la alegría de estar vivos, con una acción de gracias en cada sonrisa que logren esbozar nuestros labios ante la sencilla gloria de cada segundo, ser capaces no solo de percibir lo que nos rodea sino de unirnos a ello para ser parte del milagro de vivir con todo nuestro ser.
Nos movemos por la vida en medio del miedo y el deseo, la obsesión por el resultado oculta a nuestros ojos la alegría del hacer, cada uno de nuestros actos se proyecta hacia una posibilidad futura y esto nos roba el sentido de la vida, la vida es ahora, en este instante.
Y de pronto mientras escribo esto, también estoy pensando ¿Para qué? ¿Para quién?
Y me pierdo el placer de sentir como surgen imperiosas, sencillas, simples y verdaderas mis palabras, desde un lugar desconocido que yace dentro de mí iluminado fugazmente por el relámpago de la inspiración.
Por unos breves instantes logro comprender un fragmento de verdad, después de este momento quedaré de nuevo sumergida en las oscuridad de mis creencias, de mi ego y de mi ignorancia, pero lo que quedó escrito en estas paginas volverá a mi, encendiendo una lucecita tenue, volverá a su fuente y se quedara allí hasta que sea capaz de escribirlo sin pensar ni por un instante ¿Para qué? ¿Para quién?
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